Nuestro espíritu es nuestra mente. Es decir, nuestra voluntad, nuestro entender, recordar y percibir/sentir. Y nuestro alma son dos espíritus, el nuestro y el de Dios que nos sostiene. La vida que hay en nosotros es Él. Y perder el alma es morir.
Los demonios cayeron por perder su alma, por rechazar a Dios.
“formó Yave Dios al hombre del polvo (del pecado) de la tierra (de la voluntad del hombre), y le inspiró en el rostro (en su espíritu) aliento de vida (le sopló Espíritu Santo), y fué así el hombre ser animado (con alma, con Ánima).”
A continuación la nota doctrinal a (Génesis 2, 7) de la Biblia Platense de Monseñor Straubinger.
[22] 7. El sentido de este versículo es: Dios creó el cuerpo del hombre del barro de la tierra, como el de los animales, y le inspiró el alma, de modo que en el hombre se juntan dos mundos, el corpóreo y el incorpóreo o espiritual. Sobre el evolucionismo y transformismo véase la nota a 1, 31, final. La expresión antropomórfica “insufló en sus narices (cf. Isaías 2, 22) quiere expresar simbólicamente que el alma no fue formada a manera del cuerpo, de la materia preexistente, sino creada por Dios directamente de la nada y unida al cuerpo (Santo Tomás). Compárese esta expresión con una semejante del Nuevo Testamento, que trata del Espíritu Santo. Jesús “sopló hacia los discípulos y les dijo Recibid el Espíritu Santo” (Juan 20, 32). “Aliento de vida”: ¿No se puede ver también aquí una alusión al Espíritu Santo, como en 1, 2? Cf. Job 33, 4: “El Espíritu de Dios me ha hecho, y el soplo del Todopoderoso me da vida”, y en Salmo 32, 6: “Por la palabra del Señor se hicieron los cielos, y sus huestes todas por el aliento de su boca (el soplo de su Espíritu).”
«13 que no de la sangre, ni de la voluntad carnal, ni de la voluntad de varón sino de Dios son nacidos.»
– Juan 1, 13.
Los huesos secos (el pueblo de Dios) que recobran vida
«1[8920] Vino sobre mí la mano de Yahvé: Yahvé me sacó fuera en espíritu, y me colocó en medio de la llanura, la cual estaba llena de huesos. 2Y me hizo pasar junto a ellos, todo en torno; y he aquí que eran numerosísimos. Estaban (tendidos) sobre la superficie de la llanura y secos (de vida, secos del Espíritu de Dios) en extremo. 3Y me dijo: “Hijo de hombre, ¿acaso volverán a tener vida estos huesos?” Yo respondí: “Yahvé, Señor, Tú lo sabes.”
4Entonces me dijo: “Profetiza sobre estos huesos, y diles: ¡Huesos secos, oíd la palabra de Yahvé! 5Así dice Yahvé a estos huesos: He aquí que os infundiré espíritu y viviréis. 6Os recubriré de nervios, haré crecer carne sobre vosotros, os revestiré de piel y os infundiré espíritu para que viváis; y conoceréis que Yo soy Yahvé.”
7Profeticé como se me había mandado; y mientras yo profetizaba he aquí que hubo un ruido tumultuoso, y se juntaron los huesos, cada hueso con su hueso (correspondiente). 8Y miré y he aquí que crecieron sobre ellos nervios y carnes y por encima los cubrió piel; pero no había en ellos espíritu. 9[8921] Entonces me dijo: “Profetiza al espíritu, profetiza, hijo de hombre, y di al aliento: Así dice Yahvé, el Señor: Ven, oh espíritu de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos, y vivirán.” 10Profeticé como Él me había mandado; y entró en ellos el espíritu, y vivieron y se pusieron en pie, (formando) un ejército sumamente grande.
11[8922] Entonces me dijo: “Hijo de hombre, estos huesos son toda la casa de Israel. (el pueblo de la Ley de Moisés, que esperaba la venida del Mesías Jesucristo). Mira cómo dicen: «Se han secado nuestros huesos y ha perecido nuestra esperanza; estamos completamente perdidos». 12Por eso profetiza, y diles: Así dice Yahvé, el Señor: He aquí que abriré vuestros sepulcros y os sacaré de vuestras tumbas, oh pueblo mío, y os llevaré a la tierra de Israel. 13Y al abrir Yo vuestros sepulcros y al sacaros de vuestras tumbas, conoceréis, oh pueblo mío, que Yo soy Yahvé. 14[8923] E infundiré en vosotros mi espíritu y viviréis, y os daré reposo en vuestra tierra; y conoceréis que Yo, Yahvé, lo he dicho, y Yo lo hago, dice Yahvé.”»
«¿De qué sirve al hombre, si gana el mundo entero, mas pierde su alma?»
– Mateo 16, 26.
Niégate a ti mismo
«24Entonces [10084], dijo a sus discípulos: “Si alguno quiere seguirme, renúnciese a sí mismo, y lleve su cruz y siga tras de Mí. 25Porque el que quisiere salvar su alma, la perderá; y quien pierda su alma por mi causa, la hallará. 26Porque ¿de qué sirve al hombre, si gana el mundo entero, mas pierde su alma? ¿O qué podrá dar el hombre a cambio de su alma? 27Porque el Hijo del hombre ha de venir, en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces dará a cada uno según sus obras. 28En verdad, os digo, algunos de los que están aquí no gustarán la muerte sin que hayan visto al Hijo del hombre viniendo en su Reino” [10085].»
A continuación vida es en relación al alma. No es vida material sino vida espiritual, la vida que hay en nosotros y que reside en el alma. Y perder esta vida es perder el alma.
Negación del yo
«23Y a todos les decía: “Si alguno quiere venir en pos de Mí, renúnciese a sí mismo [10527], tome su cruz cada día, y sígame. 24Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; mas el que pierda su vida a causa de Mí, la salvará [10528]. 25Pues ¿qué provecho tiene el hombre que ha ganado el mundo entero, si a sí mismo se pierde o se daña? 26Quien haya, pues, tenido vergüenza de Mí y de mis palabras, el Hijo del hombre tendrá vergüenza de él, cuando venga en su gloria, y en la del Padre y de los santos ángeles. 27Os digo, en verdad, algunos de los que están aquí, no gustarán la muerte sin que hayan visto antes el reino de Dios” [10529].»
La renuncia del “yo”
«34Y convocando a la muchedumbre con sus discípulos les dijo: “Si alguno quiere venir en pos de Mí, renúnciese a sí mismo, tome su cruz, y sígame [10297]. 35Quien quiere salvar su vida, la perderá, y quien pierde su vida a causa de Mí y del Evangelio, la salvará. 36En efecto: ¿de qué servirá al hombre ganar el mundo entero, y perder su vida? 37Pues ¿qué cosa puede dar el hombre a cambio de su vida? 38Porque quien se avergonzare de Mí y de mis palabras delante de esta raza adúltera y pecadora, el Hijo del hombre también se avergonzará de él cuando vuelva en la gloria de su Padre, escoltado por los santos ángeles”.
[10297] 34. A la luz de la doctrina revelada y definida, se comprende bien la suavidad de esta palabra de Jesús, que al principio parece tan dura. Renúnciese a si mismo. Ello significa decirnos, para nuestros bien: líbrate de ese enemigo, pues ahora sabes que es malo, corrompido, perverso. Si tú renuncias a ese mal amigo y consejero que llevas adentro, yo lo sustituiré con mi espíritu, sin el cual nada puedes hacer (Jn. 15, 5). ¡Y cómo será de total ese apartamiento que necesitamos hacer del autoenemigo, cuando Jesús nos enseña que es indispensable nacer de nuevo para poder entrar en el Reino de Dios! (Jn. 3, 3). Renacer del Espíritu, echar fuera aquel yo que nos aconsejaba y nos prometía quizá tantas grandezas. Echarlo fuera, quitarlo de en medio, destituirlo de su cargo de consejero, por mentiroso, malo e ignorante. He aquí lo que tanto cuesta a nuestro amor propio: reconocer que nuestro fulano de tal es “mentira” (Rm. 3, 4) y de suyo digno de la Ira de Dios. Cf. Lc. 9, 23 y nota.
Un saludo. Cuídense mucho.