Prólogo
Santo Tomás de Aquino también es conocido como el Doctor Angélico, debido a su magisterio sobre los Ángeles en su SUMA de Teología. Pueden encontrarlo en la segunda mitad del Tomo 1 que les dejo a continuación en PDF. Están traídos desde dominicos.org.
SUMA de Teología de Sto Tomás de Aquino (PDF): Tomo 1 –Tomo 2 – Tomo 3 – Tomo 4 – Tomo 5. Y en este enlace pueden conseguir buenas Biblias en PDF y en distintos formatos (html, mobi y epub).
Lo que sigue es una pequeña reflexión sobre el poder de los Ángeles y también de los demonios sobre nosotros; y del por qué de la esclavitud de los hijos de Caín, es decir, del pueblo del anticristo que son aquellos que pertenecen a la masonería.
«que no es nuestra lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades,
contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus malos de los aires.»
Efesios 6, 12. (Enlace).
Ángeles
De la SUMA de Teología de Santo Tomás de Aquino. Parte I, Tratado de los Ángeles; cuestión 58 «Los Ángeles: El modo de conocer»; artículo 3 «El ángel, ¿conoce o no conoce con proceso discursivo?» (Enlace al Tomo I (PDF), son las páginas 547 y 548).
El ángel, ¿conoce o no conoce con proceso discursivo?
Hay que decir: Como hemos dicho a menudo, entre las sustancias espirituales los ángeles ocupan el lugar que entre las corpóreas ocupan los cuerpos celestes. Por eso son llamadas mentes celestes por Dionisio [De Cael. Hier. c.2 § 1]. La diferencia que hay entre los cuerpos celestes y los terrenos consiste en que los terrenos logran su última perfección con alteración y movimiento, mientras que los celestes la alcanzan súbitamente por su misma naturaleza. Por esto, las inteligencias inferiores, esto es, las de los hombres, adquieren la perfección de conocer la verdad por un cierto movimiento y discurso de su operación intelectual, ya que, conocida una cosa, pasan a conocer otra. Pero si al entender el principio conocido viesen en él de pronto, como objeto conocido, todas las conclusiones que de él se derivan, no habría lugar para el proceso discursivo. Esto precisamente es lo que ocurre en los ángeles, porque en las cosas que primero conocen naturalmente ven en el acto todo lo que de ellas se puede conocer. Por eso son llamados intelectuales, como también entre nosotros llamamos entendidas a aquellas verdades percibidas al instante. También al hábito de los primeros principios se le llama inteligencia. En cambio, las almas humanas, que adquieren el conocimiento de la verdad por un determinado proceso discursivo, son llamadas racionales. Esto es así por la escasa intensidad de la luz intelectual que hay en ellas; pues si, como los ángeles, poseyeran la plenitud de la luz intelectual, nada más contemplar los primeros principios, al instante comprenderían toda su virtualidad y verían todas las consecuencias.
Nota doctrinal de Armando Bandera González a este artículo 3 de la cuestión 58 (Parte I). (Página 548 del Tomo I: Enlace):
El sentido de componer y de dividir está bien claro en la objeción tercera. Componer es hacer un juicio o un enunciado afirmativo, por el cual un predicado es atribuido a un sujeto como algo que le pertenece. Dividir, en cambio, es hacer un juicio negativo por el que algo es separado o excluido de otra cosa. Santo Tomás muestra que la necesidad de formar juicios —sean afirmativos o negativos— y la de discurrir proceden de la misma causa. Por tanto, excluido el discurso, se excluye también el juicio. El ángel no necesita comparar dos términos para ver si uno pertenece o no pertenece al otro. En presencia de una realidad intuye de golpe todo su contenido y no necesita indagación alguna para formar juicio, como nos ocurre a nosotros. Al fin del artículo, Santo Tomás hace una observación importante, a saber, que el ángel conoce nuestros razonamientos discursivos y nuestros juicios, pero no por vía de discurso o de juicio, sino por vía de una intuición, que es simple, inmóvil, inmaterial, como correspondea su naturaleza espiritual.
«En presencia de una realidad intuye de golpe todo su contenido y no necesita indagación alguna para formar juicio, como nos ocurre a nosotros.»
«el ángel conoce nuestros razonamientos discursivos y nuestros juicios, pero no por vía de discurso o de juicio, sino por vía de una intuición.»
Es decir, de golpe, al instante.
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Una reflexión sobre cómo nos oscultan al observarnos.
«El ángel [cuidado, también cualquier demonio, pequeño o grande] conoce nuestros razonamientos discursivos y nuestros juicios« de golpe. Es decir, en el acto conoce todos nuestros discursos internos, valoraciones, apegos, rechazos, querencias, juicios de valor, todo… Es como si el Ángel fuese una computadora jugando al ajedrez que calcula todos los movimientos posibles, muchas miles de variables, en centésimas de segundo, en el acto. Ven todo nuestro proceso discursivo y juicios en un instante al mirarnos. Aquí es donde el demonio y cualquier pequeño demonio nos imita al observar nuestro ser y sentir, y se mimetiza con nuestro hilo de pensamiento para que creamos que somos nosotros lo que él trata de hacer en nosotros. Tratan que creamos que lo que pensamos es nuestro espíritu y voluntad, cuando la verdad es que estamos intervenido por ellos.
Cada palabra o sensación en nuestro hilo de pensamiento es como un ladrillo de construcción con el que construimos el razonamiento discursivo. Y muchos de esos ladrillos e incluso discursos enteros no son nuestros. Esto, cuando llevamos un tiempo rezando el Santo Rosario se nos concede el que podamos percibir cómo, las entidades del aire, actúan sobre nosotros.
Cuando un masón siente, por poner un ejemplo, que no es amado por Dios, que Dios es malvado, este sentimiento y el discurso que de él sale es artificial; es decir, se trata de un espíritu ajeno a la persona y no es la persona lo que sale de ella. Hemos perdido la conciencia de la espiritualidad y de su existencia que nuestros abuelos tenían. Especialmente las abuelas que rezaban el Rosario. Entendían de todo esto.
A mayor pecado mas lejos de Dios estamos y más expuestos ante el inmenso poder que tienen los demonios para engañarmos en mil tentaciones; es decir, para suplantarnos, para hacernos creer que somos lo que meten en nuestro espíritu (nuestro hilo de pensamiento), y con el objetivo de que seamos nosotros los que terminemos aceptando el mal, sin sospechar de su presencia y acción, que es contínua.
«El espíritu inmundo se hace pasar por nosotros para que creamos que somos nosotros lo que él hace de nosotros.»
Nª Sra. del Cielo.
«Diréis (sólamente): Sí, sí; No, no. Todo lo que excede a esto, viene del maligno.»
San Mateo 5, 37. (Enlace).
«Pon, Señor, guarda en mi boca y puerta de silencio en mis labios, para que no se incline mi corazón a la malicia, ni a defender con excusas los pecados.»
Misa de Fieles (Tridentina). Silencio interior (ayuno interior).
Los demonios también se presentan como «guías aliados»
«Pues esos falsos apóstoles, obreros engañosos, se disfrazan de apóstoles; y no es maravilla, pues el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz.»
2 Corintios 11, 13-14. (Enlace).
Sobre cómo debemos obrar partiendo de nuestro interior
«Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir el sol sobre malos y buenos y llueve sobre justos e injustos. Pues si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis?»
San Mateo 5, 43-46. (Enlace).
«Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso. No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; absolved y seréis absueltos. Dad y se os dará;»
San Lucas 6, 36-38. (Enlace).
«El cristiano ama también al enemigo, no en cuanto es enemigo, sino en cuanto es hombre, dado que desea que llegue a él lo que desea para sí mismo; es decir, que corregido y renovado llegue al reino de los cielos.»
San Agustín. (SDLM I, XV, 41)
Se nos prohíbe juzgar (condenar) al prójimo, porque no podemos ver qué hay en su corazón, es oculto a nosotros y nunca hemos de sentenciar a nadie. “Juzgar pertenece a Dios. Él ve el corazón humano, el hombre no ve más que la cara.” – San Francisco de Sales. Pero se nos anima a juzgar en materia de juicio de espíritu (contra el espíritu de la mentira). Es decir, combatir al error en sí y no a la persona. No es una cuestión de vencer sobre nadie, sino de tratar de que llegemos todos al cielo. A los lobos, por ejemplo, hay que desenmascarar su acción, especialmente cuando se encuentren entre las ovejas.
«Carísimos, no creáis a cualquier espíritu; sino examinad los espíritus si son de Dios, porque muchos seudoprofetas se han levantado en el mundo. Podéis conocer el espíritu de Dios por esto: Todo espíritu que confiese que Jesucristo ha venido en carne es de Dios; pero todo espíritu que no confiese a Jesús, ése no es de Dios, es del Anticristo, de quien habéis oído que está para llegar y que al presente se halla ya en el mundo. (…). El que conoce a Dios nos escucha; el que no es de Dios no nos escucha. Por aquí conocemos el espíritu de la verdad y el espíritu del error [de la mentira].»
1 Juan 4, 1-6. (Enlace).
«Eran éstos más nobles que los de Tesalónica, y recibieron con toda avidez la palabra, consultando diariamente las Escrituras, para ver si era así como los Apóstoles enseñaban.»
Hechos 17, 11. (Enlace).
“Es un acto de caridad gritar contra el lobo, dondequiera que sea, cuando se encuentre entre las ovejas.”
S. Francisco de Sales, “Introducción a la Vida Devota”
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Cuidense mucho; de los enemigos y su acoso dañoso (tentaciones), de nuestro propio egoísmo y de nuestras propias malas decisiones.
Un saludo.
Enlaces relacionados
Ángeles: Jerarquía y Órdenes (SUMA de Teología de Sto. Tomás de Aquino)