Los dos ladrones.
«39 Uno de los malhechores crucificados le insultaba, diciendo: ¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y sálvanos a nosotros. 40 Pero el otro, tomando la palabra, le reprendía, diciendo: ¿Ni tú que estás sufriendo el mismo suplicio temes a Dios? 41 Y nosotros justamente, porque recibimos el digno castigo de nuestras obras; pero éste nada malo ha hecho. 42 Y dice: «Jesús, acuérdate de mí cuando entres en tu reino». 43 Y Jesús le dijo: En verdad te digo, hoy serás conmigo en el paraíso. 44 Y era ya como la hora de sexta y las tinieblas cubrieron toda la tierra hasta la hora de nona, 45 oscureciéndose el sol, y el velo del templo se rasgó por medio. 46 Y Jesús, dando una gran voz, dijo: Padre, en tus manos entrego mi espíritu. Y diciendo esto expiró.»
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Nota de la Sagrada Biblia Platense de Monseñor Straubinger.
(Lc.23,42): A esto observa Fillion: “El buen ladrón creía en la inmortalidad del alma y en la resurrección, y reconocía a Jesús como el Mesías-Rey. Por eso le pedía encarecidamente un lugar en su Reino”. Y añade: “El Paraíso representa aquí la parte de la morada de los muertos (los limbos) donde habitaban las almas de los elegidos, antes de la Ascensión de Jesucristo”. Cf. 1 Pe. 3, 19; 4, 6; Col. 1, 20.
Miserere mei, Deus. De Gregorio Allegri (sobre la década de 1630).