Sabiduría, capítulo 7.

22 de febrero de 2021

Adoración del Espíritu Santo por los ángeles, por Jacinto Gómez Pastor (1797).

Sabiduría 7, 7-14.

7 Por esto oré y me fué dada la prudencia. Invoqué al Señor y vino sobre mí el espíritu de la sabiduría [el Espíritu Santo],

8 Y la preferí a los cetros y a los tronos, y en comparación con ella tuve en nada la riqueza.

9 No la comparé a las piedras preciosas, porque todo el oro ante ella es un grano de arena, y como el lodo es la plata ante ella.

10 La amé mas que a la salud y la hermosura, y antepuse a la luz su posesión, porque el resplandor que de ella brota es inextinguible.

11 Todos los bienes me vinieron juntamente con ella, y en sus manos me trajo una riqueza incalculable.

12 Yo me gocé en todos estos bienes, porque es la sabiduría quien los trae, pero ignoraba que fuese ella la madre de todos.

13 Sin engaño la aprendí y sin envidia la comunico, y a nadie escondo sus riquezas.

14 Es para los hombres tesoro inagotable, y los que de él se aprovechan se hacen participantes de la amistad de Dios, recomendados a él por los dones adquiridos con la disciplina.

(Sabiduría 7, 7-14)
(Biblia Nácar-Colunga, Edición 1944)

Nota personal: Disciplina es negarnos (renunciar) a nosotros mismos. Es la mortificación del «apetito sensitivo» de nuestra voluntad de la carne. La mortificación es la única manera de poner en orden nuestra mala naturaleza, y consiste en dejar de hacer lo que queremos para hacer lo que realmente nos conviene, que es amar a Dios y hacer su voluntad (hacer caso a lo que nos pide) y que no es otra cosa que nuestra salvación, y que ayudemos en la de los demás. Renunciar a nuestra voluntad en favor de la de Dios se llama humildad, esto es la humildad, y cuesta bastante.

“Intentaré día a día romper mi voluntad en pedazos. Yo sólo quiero hacer la Santa Voluntad de Dios no la mía.” San Gabriel de la Dolorosa.

«Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad; todo mi haber y mi poseer. Vos me lo dísteis, a Vos, Señor, lo torno. Todo es vuestro: disponed de ello según vuestra voluntad. Dadme vuestro amor y gracia, que esto me basta.» San Ignacio de Loyola.


Sabiduría 7, 22-30.

22 Pues en ella hay (1a) un espíritu inteligente, santo, único y múltiple sutil, ágil, penetrante, inmaculado, I cierto, impasible, benévolo, agudo, libre, bienhechor,

23 Amante de los hombres, estable, seguro, todopoderoso, omnisciente, que penetra en lodos los espíritus inteligente, puro, sulil.

24 Porque la sabiduría es más ágil que todo cuanto se mueve, se derrama a causa de su pureza y lo penetra todo;

25 Porque es un hálito del poder divino y una emanación pura de la gloria. de Dios Omnipotente, por lo cual nada manchado hay en ella.

26 Es el resplandor de la luz eterna, el espejo sin mancha del actuar de Dios, imagen de su bondad (1b).

27 Y siendo una, todo lo puede, y permaneciendo la misma, todo lo renueva, y a través de las edades se derrama en las almas santas, haciendo amigos de Dios y profetas;

28 Que Dios a nadie ama sino al que mora con la sabiduría.

29 Es más hermosa que el sol, supera a todo el conjunto de las estrellas, y comparada con la luz, queda vencedora,

30 Porque a la luz sucede la noche, pero la maldad no triunfa de la sabiduría.»

(Sabiduría 7, 22-30)
(Biblia Nácar-Colunga, Edición 1944)

(1a) El códice alejandrino dice asi: «Es ella un espíritu», etc. El texto aceptado implica un matiz que no parece indiferente. San Pablo en I Cor. 12. 4 ss., nos habla de las múltiples manifestaciones del Espíritu Santo, que parece una explicación de estos versos 23-24.

(1b) Estos dos versos son la revelación más alta de la Sabiduría de Dios. Aquí ya no se trata de sus relaciones con el mundo creado, sino con Dios mismo, de quien es reflejo, esplendor, imagen. Aquí parece haberse inspirado San Pablo en Col. 1, 5 ss., y Hebr. 1, 2 s.


“Conocer y amar son las dos potencias de nuestra alma. Acto del intelecto, conocer, conocimiento; y voluntad, acto de amar.

Dios nos ha creado a imagen y semejanza suya. Conocer y amar son las operaciones de la Santísima Trinidad. El Hijo procede del acto de conocimiento del Padre, y el Espíritu Santo procede del acto de amor entre Dios Padre y Dios Hijo. Son las dos actividades del espíritu, digamos.”

R.P. Juliano De Souza FSSPX Bogotá.


Artículo, parte de él, extraído de bottegadivina.wordpress.com, y también copiado en uncatolicoperplejo.wordpress.com.

Un saludo. Cuídense mucho.