(La Voz de Galicia)– 2016/10/15.
«Tras el espectacular éxito de Sapiens, del que ha vendido un millón de ejemplares, el historiador israelí Yuval Noah Harari (Kiryat Atta, 1976) se ha convertido en uno de los intelectuales más importantes del mundo, un gurú que advierte de los peligros que pueden conllevar los avances científicos y tecnológicos. Ahora vuelve a la carga con Homo Deus. Breve historia del mañana (Debate).
-¿El hombre se ha convertido en un dios?
-Estamos en el proceso de transformarnos en dioses en sentido literal, no metafórico. Estamos adquiriendo destrezas divinas, aprendiendo cómo diseñar y fabricar seres humanos. Es probable que el cuerpo y el cerebro sean el principal producto de la economía del siglo XXI. Incluso puede que superemos a Dios en la creación de vida, porque vamos a empezar a crear vida inorgánica. Estamos en el proceso de intentar convertir a los seres humanos en inmortales. No lo veo imposible, puede que a finales de este siglo al menos los más ricos puedan extender sus vidas de forma indefinida.
-Pero hace unos días una investigación científica estableció en 125 años el límite de la vida humana.
-Con el cuerpo humano tal cual es, estoy de acuerdo. Pero gracias a la ingeniería genética y los cíborg, combinando el cuerpo humano con piezas biónicas, se ampliarán los límites de la vida. En sitios como Silicon Valley la inmortalidad, el alargamiento de la vida o la creación de vida inorgánica son los asuntos donde más se invierte.
-Mantiene que la desigualdad va a aumentar exponencialmente en los próximos años.
-La biotecnología va a hacer posible traducir las desigualdades económicas en desigualdades biológicas. Es decir que los ricos van a ser más listos, más creativos e incluso más morales que el resto de la población, van a poder diseñar su cerebro y sus cuerpos para lograr nuevas destrezas. Habrá una élite de humanos mejorados con grandes capacidades y una gran mayoría que será una casta biológica inferior. El mundo no se dividirá entre ricos y pobres, sino en superhumanos mejorados, humanos que les sean útiles y una enorme masa de personas prescindibles e innecesarias.
-Asegura que la libertad individual irá cediendo ante los algoritmos que controlarán nuestras vidas.
-Es muy probable que cada vez más decisiones sobre nuestra vida las tomen los algoritmos y no los individuos. Para decidir dónde trabajar, qué estudiar e incluso con quién casarnos la gente confiará cada vez menos en sus sentimientos y se fiará más de algoritmos que continuamente recaban datos sobre nosotros y quienes nos rodean y analizándolos nos darán consejos sobre lo que tenemos que hacer. Esto ya pasa por ejemplo cuando nos desplazamos, antes confiábamos en nuestro instinto para llegar al sitio, mientras ahora lo hacemos en un algoritmo que está en nuestro móvil, Google Maps, que es mejor que nosotros.
-En la medicina también pueden dar mejores diagnósticos que cualquier médico si conocen al detalle nuestro historial. ¿Perderemos nuestra privacidad?
-La mayoría de la gente cuando se le dé la posibilidad entre un mejor tratamiento o ceder su privacidad optará por lo primero. Por ejemplo, si te pones sensores biométricos que estén continuamente gestionando tu presión arterial, tus niveles de azúcar y transmites esos datos a Google, Apple o Facebook y te dicen que empiezas a gestar un cáncer puedes solucionar el problema. Si a cambio de que Google te monitorice las 24 horas del día te salva la vida, la mayoría de la gente lo hará.
-Sostiene que dentro de un tiempo habrá una masa de personas innecesarias para el sistema.
-Si cada vez dependemos más de los robots y la inteligente artificial, muchas profesiones terminarán desapareciendo. Por lo que podemos llegar a una situación en la que miles de millones de personas sean económicamente innecesarias y formen parte de una clase social inútil. Cuando pierdan su valor económico perderán también el político. Si en un plazo de 15 años no las necesitan ni como soldados ni como mano de obra puede que el Estado pierda el incentivo para invertir en la salud y la educación de las masas.
-Pero los seguirán necesitando para que los voten.
-En las democracias el voto cada vez influye menos en las decisiones importantes de nuestras vidas. Los gobiernos son más gestores que líderes. En los últimos veinte años el cambio más importante en nuestras vidas lo causó la aparición de Internet. Nunca hemos votado sobre Internet, nunca ha aparecido en ninguna campaña electoral, las decisiones fundamentales las han decidido ingenieros y empresarios a los que nadie votó y a nadie representan.
-¿Se puede decir que Google dominará el mundo?
-No necesariamente Google, pero el activo más importante del mundo serán los datos. La institución o la empresa, ya sea Google o un gobierno, que controle los algoritmos será la más poderosa del mundo. Por ejemplo, en teoría Facebook puede decidir el resultado de las elecciones de EE.UU. En Michigan hay 200.000 personas indecisas, saber quiénes son es clave. Facebook conoce la respuesta, puede identificarlas y trasladar a los candidatos lo que tienen que decir para les voten.
-¿Los avances tecnológicos harán más feliz al hombre?
-No necesariamente, porque es muy difícil traducir poder en felicidad. Ahora somos mucho más poderosos que en la Edad de Piedra pero la gente no es significativamente más feliz.
-¿Qué podemos hacer para evitar los peligros que usted pone sobre la mesa?
-La gente y los políticos tienen que conocer mucho mejor los progresos de la tecnología y la ciencia, no dejarlo solo en manos de los ingenieros y los empresarios. Un primer ministro que no comprenda lo básico de la inteligencia artificial o la biotecnología no es apto para el trabajo. Lo segundo es conocerse mejor a sí mismo, saber qué esperas de la vida y no dejarse llevar por las nuevas tecnologías y permitir que decidan en tu nombre. Hay grandes peligros pero aún estamos a tiempo de cambiar las cosas.»
Una pequeña reflxión personal
El satanisto judaico y masón trae esto: locura y asesinato en masa. Ese hombre lleva dentro de sí un cuadro clínico psiquiátrico para ingreso, y no contento, delira de grandeza. El judaísmo y su masonería son esto y de esto hablan en sus logias desde hace décadas.
Cuídense mucho.
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