Isaías. Siglo VII antes de Cristo
«6 […] Yave cargó sobre él la iniquidad de todos nosotros. 7 Maltratado y afligido, no abrió la boca, como cordero llevado al matadero, como oveja muda ante los trasquiladores. 8 Fué arrebatado por un juicio inicuo, sin que nadie defendiera su causa, cuando era arrancado de la tierra de los vivientes y muerto por las iniquidades de su pueblo. 9 Dispuesta estaba entre los impíos su sepultura, y fué en la muerte igualado a los malhechores; a pesar de no haber en él maldad, ni haber mentira en su boca. 10 quiso quebrantarle Yave con padecimientos. Ofreciendo su vida en sacrificio por el pecado, tendrá posteridad.» (Isaías 53,6-10)
La tradición judía asegura que Isaías murió asesinado por el rey Manases, bien entrado yá el siglo VII a. de C., y, por consiguiente, cuando el profeta era ya muy anciano. (Texto extraído de la Biblia Nácar-Colunga, Edición de 1944).
Salmos. Entre los siglos XI y V antes de Cristo
«17 Me rodean como perros, me cerca una turba de malvados, han taladrado mis manos y mis pies, 18 Puedo contar todos mis huesos. Y ellos me miran, me contemplan. 19 Se han repartido mis vestidos y echan suertes sobre mi túnica.» (Salmos 22,17-19)
La época en que fueron escritos los Salmos abarca un largo período, que va desde los comienzos de la monarquía, Siglo XI a. C, hasta después de la cautividad babilónica, Siglo V a. C.
El libro de los Salmos o Salterio, suele llamarse Salterio de David, y así lo llamó el Concilio Tridentino (1545-1563); pero esto no quiere decir que sea David el único autor de todo él, sino que es el principal autor, pues son muchos los Salmos que él compuso, y se le considera como el más eximio de los salmistas de Israel: «Egregius psaltes Israel» (II Rcg, 23, 1). Las inscripciones atribuyen a Moisés uno, el 90; a David, sesenta y cuatro; a Salomón, uno, el 72, según la interpretación que de la inscripción hacen muchos intérpretes, que, sin embargo, no nos parece la más probable; a Asaj, letita, doce; a los coreítas o hijos de Coré, doce; a Etán, uno, el 89. Los restantes, cincuenta y nueve, son anónimos—«huérfanos» los llaman los judíos—; la inscripción, si la llevan, no indica el autor. El autor de la colección general, según todas las probabilidades, parece haber sido Esdras. (Texto extraído de la Biblia Nácar-Colunga, Edición de 1944).
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En la Cuaresma de 1923, Nuestro Señor reveló a Sor Josefa Menéndez los sentimientos de Su Corazón durante su Sagrada Pasión. Sor Josefa recibía de rodillas las confidencias de su Maestro y mientras El hablaba, las escribía. Estas páginas contienen, en parte, esas divinas confidencias.
«Josefa, Esposa y víctima de Mi Corazón, voy a hablarte de Mi Pasión, para que sea el objeto constante de tu pensamiento y de Mis confidencias con las almas.»
Coronado de espinas y cubierto con un manto de púrpura, los soldados me presentaron de nuevo a Pilatos. No encontrando en Mí delito para castigarme, Pilatos me hizo varias preguntas, diciéndome que por qué no le contestaba siendo así que él tenía todo poder sobre Mí… Entonces, rompiendo Mi silencio, le dije: No tendrías ese poder si no se te hubiese dado de arriba; pero es preciso que se cumplan las Escrituras. Y cerrando de nuevo los labios me entregué… Pilatos, perturbado por el aviso de su mujer y perplejo entre los remordimientos de su conciencia y el temor de que el pueblo se amotinase contra él, buscaba medios para libertarme…, y me expuso a la vista del populacho en el lastimoso estado en que me hallaba, proponiéndoles darme la libertad y condenar en Mi lugar a Barrabás, que era un ladrón y criminal famoso… A una voz, contestó el pueblo: — ¡Que muera y que Barrabás sea puesto en libertad!
Almas que me amáis, ved cómo me han comparado a un criminal y ved cómo me han rebajado más que al más perverso de los hombres… ¡Oíd qué furiosos gritos lanzan contra Mí!… ¡Ved con qué rabia piden Mi muerte! ¿Rehusé, acaso, pasar por tan penosa afrenta? No, antes al contrario, me abracé con ella por amor a las almas y para mostraros que este amor no me llevó tan sólo a la muerte, sino al desprecio, a la ignominia, al odio de los mismos por quienes iba a derramar Mi Sangre con tanta profusión. No creáis, sin embargo, que mi naturaleza humana no sintió repugnancia ni dolor…; antes, al contrario, quise sentir todas vuestras repugnancias y estar sujeto a vuestra misma condición, dejándoos un ejemplo que os fortalezca en todas las circunstancias de la vida.
Ahora quiero volver a tratar de las almas de quienes hablaba ayer. De esas almas a quienes llamo al estado perfecto, pero vacilan, diciendo entre sí: «No puedo resignarme a esta vida de oscuridad…, no estoy acostumbrada a estos quehaceres tan bajos…; ¿qué dirán mi familia, mis amistades? Y se persuaden de que con la capacidad que tienen o creen tener, serán más útiles en otro lugar. Voy a responder a estas almas: «Dime, ¿rehusé Yo o vacilé siquiera cuando me vi nacer de familia pobre y humilde…, en un establo, lejos de mi casa y de mi patria…, de noche…, en la más cruda estación del año?… Después viví treinta años de trabajo oscuro y rudo en un taller de carpintero; pasé humillaciones y desprecios de parte de los que encargaban trabajo a Mi Padre San José…, no me desdeñé de ayudar a Mi Madre en las faenas de la casa…, y, sin embargo, ¿no tenía más talento que el que se requiere para ejercer el tosco oficio de carpintero, Yo que a la edad de doce años enseñé a los Doctores en el Templo?
Pero era la Voluntad de Mi Padre Celestial y así le glorificaba. Cuando dejé Nazaret y empecé Mi vida pública, habría podido darme a conocer por Mesías e Hijo de Dios, para que los hombres escuchasen Mis enseñanzas con veneración; pero no lo hice porque Mi único deseo era cumplir la voluntad de Mi Padre… Y cuando llegó la hora de Mi Pasión, a través de la crueldad de los unos y de las afrentas de los otros, del abandono de los Míos y de la ingratitud de las turbas…, a través del indecible martirio de Mi Cuerpo y de las vivísimas repugnancias de Mi naturaleza humana, Mi alma, con mayor amor aún, se abrazaba con la Voluntad de Mi Padre Celestial… Cuando, después de haber pasado por encima de las repugnancias y sutilezas de amor propio, que os sugiere vuestra naturaleza…, abracéis con generosidad la Voluntad Divina, sólo entonces llegaréis a gozar de las más inefables dulzuras, en una íntima unión de voluntades, entre el Divino Esposo y vuestra alma.
Esto que he dicho a las almas que sienten honor a la vida humilde y oscura, lo repito a las que, por el contrario, son llamadas a trabajar en continuo contacto con el mundo, cuando su atractivo sería la completa soledad y los trabajos humildes y ocultos… ¡Almas escogidas! Vuestra felicidad y vuestra perfección no consiste en ser conocidas o desconocidas de las criaturas, ni en emplear u ocultar el talento que poseéis… Lo único que os procurará felicidad cumplida es hacer la Voluntad de Dios, abrazarla con amor y por amor unirse y conformarse con entera sumisión a todo lo que por Su Gloria y vuestra santificación os pida.
Basta por hoy, Josefa; mañana continuaré. Ama y abraza Mi Voluntad alegremente: ya sabes que está en todo trazada por el amor.
Mira cómo este hombre, confundido y enredado en sus propios lazos, no sabe qué hacer de Mí, y para apaciguar el furor del populacho manda que me hagan azotar.»
Así son las almas cobardes, que faltas de generosidad para romper enérgicamente con las exigencias del mundo o de sus propias pasiones, en vez de cortar de raíz aquello que la conciencia les reprende, ceden a un capricho, se conceden una ligera satisfacción, capitulan en parte con lo que la pasión exige. Y para acallar los remordimientos, se dicen a sí mismas: — Ya me he privado de esto, —sin ver que es sólo la mitad de lo que la gracia les pide. Sólo diré una palabra… Alma querida, como Pilatos me haces flagelar. Ya has dado un paso… Mañana darás otro… ¿Crees satisfacer así tu pasión? No…; pronto te pedirá más, y como no has tenido valor para luchar con tu propia naturaleza en esta pequeñez, mucho menos la tendrás después cuando la tentación sea mayor. Miradme, almas tan amadas de Mi Corazón, dejándome conducir con la mansedumbre de un cordero al terrible y afrentoso suplicio de la flagelación…
Sobre mi cuerpo ya cubierto de golpes y agobiado de cansancio, los verdugos descargan cruelmente, con cuerdas embreadas y con varas, terribles azotes. Y es tanta la violencia con que me hieren, que no quedó en Mí un solo hueso que no fuese quebrantado por el más terrible dolor… La fuerza de los golpes me produjo innumerables heridas… Las varas arrancaban pedazos de piel y carne divina… La Sangre brotaba de todos los miembros de Mi Cuerpo, que estaba en tal estado, que más parecía monstruo que hombre.
No rehuyo la humillación, antes me abrazo con ella, para expiar los pecados de soberbia y atraer a las almas a imitar mi ejemplo. Permití que me coronasen de espinas y que Mi cabeza sufriera cruelmente para expiar la soberbia de muchas almas que rehúsan aceptar aquello que las rebaja a los ojos de las criaturas. Consentí que pusieran sobre Mis hombros un manto de escarnio y que me llamasen loco; para que las almas no se desdeñen de seguirme por un camino que a los mundanos parece bajo y vil y quizá a ellas mismas indigno de su condición.
No, almas queridas, no hay camino, estado ni condición humillante cuando se trata de cumplir la Voluntad Divina…; no queráis resistir, buscando con vanos y soberbios pensamientos el modo de seguir la Voluntad de Dios haciendo la vuestra. Ni creáis que hallaréis la verdadera paz y alegría en una condición más o menos brillante a los ojos de las criaturas… No; sólo la encontraréis en el exacto cumplimiento de la Voluntad Divina y en la entera sumisión para aceptar todo lo que Ella os pida.
¡Contempladme, Ángeles del Cielo!… ¡Ved al Creador de todas las maravillas, al Dios a quien rinden adoración los Espíritus Celestiales, caminando hacia el Calvario y llevando sobre Sus hombros el leño santo y bendito que va a recibir Su último suspiro!…
Vedme también vosotras, almas que deseáis ser Mis fieles imitadoras. Mi Cuerpo, destrozado por tanto tormento, camina sin fuerzas, bañado de sudor y de Sangre… ¡Sufro… sin que nadie se compadezca de Mi dolor!… La multitud me acompaña y no hay una sola persona que tenga piedad de Mí!… ¡Todos me rodean como lobos hambrientos, deseosos de devorar su presa!
Seguid conmigo unos momentos y a los pocos pasos me veréis en presencia de Mi Madre Santísima, que con el Corazón traspasado de dolor sale a Mi encuentro para dos fines: cobrar nueva fuerza para sufrir a la vista de Su Dios…, y dar a Su Hijo con su actitud heroica aliento para continuar la obra de la Redención.
Para Mí lo más grande es Mi Madre, y no solamente no la puedo consolar, sino que el lamentable estado en que me ve procura a Su Corazón un sufrimiento semejante al mío. ¡La muerte que Yo sufro en el Cuerpo la recibe Mi Madre en el Corazón! ¡Ah! ¡Cómo se clavan en Mí Sus ojos, y los Míos, oscurecidos y ensangrentados, se clavan también en Ella! No pronunciamos una sola palabra; pero ¡cuántas cosas se dicen Nuestros Corazones en esta dolorosa mirada!…
Pero… ha llegado la hora, y tendiéndome sobre la Cruz, los verdugos cogen Mis brazos y los estiran para que lleguen a los taladros preparados en ella. Con tal atroces sacudidas todo Mi Cuerpo se quebranta, se balancea de un lado a otro y las espinas de la corona penetran en Mi cabeza más profundamente. ¡Oíd el primer martillazo que clava Mi mano derecha…; resuena hasta las profundidades de la tierra!… Ya clavan mi mano izquierda…; ante semejante espectáculo los Cielos se estremecen; los Ángeles se postran. ¡Yo guardo profundo silencios… ¡Ni una queja se escapa de Mis labios! Después de clavarme las manos, tiran cruelmente de los pies…; las llagas se abren…, los nervios se desgarran…, los huesos se descoyuntan… ¡El dolor es inmenso!… ¡Mis pies quedan traspasados…, y Mi Sangre baña la tierra!…»
¡Estad atentos, Ángeles del Cielo!, y vosotros, todos los que me amáis. Los soldados van a dar la vuelta a la Cruz para remachar los clavos y evitar que, con el peso de Mi Cuerpo, se salgan y lo dejen caer. ¡Mi Cuerpo va a dar a la tierra el beso de paz! ¡Mientras los martillazos resuenan por el espacio, en la cima del Calvario se realiza el espectáculo más admirable!… A petición de Mi Madre, que contemplando lo que pasaba y siéndole a Ella imposible darme alivio, implora la Misericordia de Mi Padre Celestial…, legiones de Ángeles bajan a sostener mi Cuerpo adorable para evitar que roce la tierra y que lo aplaste el peso de la Cruz…»
¡Contempla a tu Jesús tendido en la Cruz!…, sin poder hacer el menor movimiento…, desnudo…, sin fama…, sin honra, sin libertad… Todo se lo han arrebatado… ¡No hay quien se apiade y se compadezca de Su dolor…; sólo recibe tormentos, escarnios y burlas!…; si me amas de veras, ¿qué no harás para asemejarte a Mí? ¿A qué no estarás dispuesta para consolarme? Y ¿qué rehusarás a Mi Amor?
Extraído de «Un Llamamiento al Amor», Revelaciones del Sagrado Corazón de Jesús a la humilde religiosa Sor Josefa Menéndez
Estas tres reflexiones están extraídas desde el blog sicutoves.blogspot.com. Mi agradecimiento a su autor, Juan Diego Ortega, y colaboradores.
NOTA: Estoy en ese grupo de Whatsapp de sicutoves.blogspot.com. Es tradicional, catolicismo del de siempre, del de antes del nefasto Concilio Vaticano II (1962-1965). Si quieres seguir a Cristo en aquello en lo que puedas, un sencillo Ave María al día por el bien de la gente que amas, pásate. Llama, anímate.