El despropósito es absoluto
Sobre el psiquiátrico de la masonería (satanismo internacional)
Quisiera comentar este asunto porque la gente de la masonería lleva ya unos años que se muestran y hablan abiertamente sobre sus preocupaciones y miserias. Y en el último trabajo del cineasta español Eduardo Casanova esto se ve insultantemente claro.
El cineasta Eduardo Casanova (31 años) era el adolescente gay de aquella serie Aída de Telecinco (2005-2014). Hoy presenta una película colmada de simbolismo (simbolimso barato además) reflejando las preocupaciones de esta gente de la masonería. Ni que decir tiene que todo el cine español en bloque es un apéndice del marxismo cultural y está en manos de esta secta.
El film trata sobre una madre llamada Libertad que representa a la figura de Lucifer, figura central para esta secta (y que para la gente normal sólo se trata de una cabra de mierda subida a una escalera circense. Que quede claro esto El problema no es el mundo ni es la humanidad. El problema del mundo es el satanismo de esta gente. Ellos son el problema y los que traen la muerte, que la Agenda2030 es la agenda de ellos y no la nuestra). Seguimos. El hijo de la cabra es el masón medio y la historia trata de ambos. Y esto es lo único que les preocupa. La cabra y ellos mismos, ellos mismos y la cabra. En fin… Como fondo y paisaje está Kim Jong-il como alegoría del anticristo, representado en la familia que huye de su régimen comunista (referencia al Nuevo Orden Mundial). Y el título «La Piedad» está mencionando a los que no salen en el film ni se les espera que lo hagan. Los omitidos, los que sobran en ese Nuevo Orden y van a ser exterminado: los Cristianos.
Esta es la única referencia que hace sobre los Cristianos. Este escupitajo en nuestra cara.
Tenga muy presente esto: todo masón está de acuerdo (que lo veo cada día en el acoso o Gang Stalkiing que me hacen, o en los símbolos que voy viendo, quieren sangre cristiana) o consiente que se extermine a los cristianos practicantes y culturales (la mayoría de la población). Y lo único que les preocupa a esta gente de la secta es «lo mío». «Oye, qué hay de lo mío». Es decir, les preocupa si les salpicará el Great Reset, porque TODOS están de acuerdo en que venga ese luciferino Nuevo Orden de mierda. Esta gente está sumergida en la más absoluta miseria interior, e intelectualmente no son rival para nadie de lo fácil que es rebatir sus ridículos y criminales errores. Son sombras de lo que fueron personas. Que están satanizados, que el jugar con demonios trae todo esto, delirante secta y psiquiátrico de mierda. Que no vale la pena el dinero que ganan con sus estafas a cambio de lo que se les mete dentro. Que hasta un niño lo ve.
«… Lucifer, con gran número de demonios, serán desatados del Infierno.
Abolirán la fe poco a poco, aún entre las personas consagradas a Dios;
las cegarán de tal manera que, a menos de una gracia particular,
esas personas tomarán el espíritu de sus malos ángeles:…»
– Nª Sra. de La Salette (1846).
TRAILER: «Ella es como el sol. Si te alejas demasiado te congelas. Si te acercas demasiado te abrasa, pero necesitas el sol.» (0:20 – 0:35). El viejo culto solar, como el culto al fuego, a la figura de Lucifer.
Nota personal: mis cojones secta de mierda. Eso que mal llamáis sol NO es un sol porque el diablo es lo contrario y enemigo de la verdadera luz que es CRISTO. Que esa serpiente vuestra miente más que habla además de ser un asesino (Juan 8, 44). «Pero necesitas el sol» dicen. Error tras error. La masonería podría definirse con una sola palabra: ERROR. ¡¡Que el diablo es heroína y NADIE necesita meterse una jeringa de heroína!!
» ¡Ay de los que al mal llaman bien,
que de la luz hacen tinieblas y de las tinieblas luz,
y dan lo amargo por dulce y lo dulce por amargo!»
– Isaías 5, 20.
El País. Tom C. Avendaño. Madrid – 08 ene 2023.
“Hoy he tenido un sueño súper triste. Ni siquiera era una pesadilla. Solo un sueño muy, muy, muy triste”, suspira Eduardo Casanova (Madrid, 31 años), vestido de negro, en su despacho, totalmente pintado de negro: entre la ropa y la pared, la familiar cara del cineasta y actor es prácticamente un mustio ente flotante, dos ojos azules, enormes y apagados, sumergidos en la nada. “Últimamente tengo miedo”, sigue.
“Si te paras a pensarlo fríamente, no pinta muy bien la humanidad. Pensar, o sobrepensar, algo que a mí me sucede a veces, no es demasiado bueno porque lleva a la conclusión real: las cosas van… regular”…
Hay que obviar los aires versallescos que pueda transmitir alguien como Casanova, delgado, anguloso, sumido en la melancolía entre los miles de objetos kitsch y pop que saturan las dos plantas de su casa (docenas de fotos de su madre, un Bambi de imitación junto a un cenicero con forma de dentadura, un jarrón con forma de escroto y unas paredes que son auténticas explosiones warholianas entre pósters de Bollywood, imágenes de Divine y otras drag queens y una colección de platitos decorativos con Chewbacca, Gizmo o las gemelas de El resplandor). Eso es simple superficie y conduce a un tópico ya cansado: el “niño de Aída” (Fidel, a quien Casanova interpretó durante 219 episodios durante su adolescencia, entre 2005 y 2014) en su Nunca Jamás, alguien con demasiados posibles cuando descubrió la broma del feísmo y que hoy ahí sigue, inmaduro y esclavizado por lo retro, Almodóvar, John Waters o Roy Andersson, a espaldas de las idas y venidas de la estética del mundo ahí fuera.
En realidad, en este mundo no todo el kitsch hace el mismo chiste, no todos los rosas tienen el mismo tono, se puede madurar en Nunca Jamás y, sobre todo, esa melancolía no es gratuita. “Esta película me ha llevado la vida por delante”, prosigue y los dos ojos flotantes caen hacia la mesa. “Me da vergüenza decirlo porque soy consciente de mis privilegios y sé que, muchas veces, y sin ánimo de ser populista, lo que lleva la vida por delante es ser minero o minera, ¿sabes? Pero he perdido relaciones y mucha, mucha salud mental. Pensé que me había recuperado, pero, ahora, haciendo la promoción, me vuelvo a sentir triste”.
“Esta película” es La piedad, su segundo largometraje como director, protagonizado por Ángela Molina y Manel Llunell, que se estrena el próximo viernes en España. Y el contexto, en realidad, no podría ser mejor. Ya ha ganado el premio a la mejor película en algunos de los mayores festivales de cine fantástico del mundo (Fantastic Fest, Karlovy Vary y Estrasburgo), a lo que hay que sumar el premio del público en Montreal y tres nominaciones a los Goya. Dice la crítica que es lo mejor que ha hecho este inclasificable autor, que el mundo interior que mostraba en su primer trabajo, Pieles (2017) cobra aquí otra dimensión, la de una visión artística completa, capaz de madurar, afilarse y ofrecer ideas e imágenes inéditas en el cine español reciente. La piedad puede ser la obra que apuntale su madurez y le consagre como visionario.
Pero si lo hace, será a cambio de un peaje caro. “Cuando empecé a hacer Pieles, este despacho era rosa. Y cuando empecé a escribir La piedad, lo pinté todo de negro. Creo que tiene bastante que ver”.
–¿Qué diría que pasó entre medias?
–Pues que, como dice Marisa Paredes en La flor de mi secreto, evoluciono y supongo que evoluciono porque estoy vivo.
La piedad no es, ciertamente, una película alegre. Su trama principal y más luminosa describe la sofocante relación entre una madre (Molina) y su hijo (Llunell), los intentos de este de fugarse de esos brazos y el repentino cáncer que se lo impide. De fondo, el periplo de una familia norcoreana que intenta huir del régimen de Kim Jong-il. Es todo un universo de tiranías, libertades, afecto y veneno que plasma las ideas más íntimas del artista: “Me interesa entender al malo, no te sé decir cuál es el motivo exactamente, lo que no significa que esté de acuerdo con él”, explica. Sobre la trama maternal, dice: “Con Libertad [personaje de Ángela Molina], me daba miedo la idea, que debemos dejar de replicar y venerar, de la mala, la malvada con poder, esas villanas Disney que tanto nos gustan y nos divierten. Mira, la que tengo ahí”. Señala a Maléfica, de La Cenicienta, entre los casi cientos de imágenes que decoran su pared. “Parece que todas las mujeres con poder en el cine son eso, malas. Era muy importante que el personaje de Ángela, que comete actos terroríficos, fuese profundamente humana”.
Con Kim Jong-il la pulsión fue distinta. “Hay una cosa bastante polémica en convertir en pop imágenes de personas que han sido o son terroríficas”, admite. “Pero era un dictador que quería ser director de cine: transformó Pyongyang en un plató y controlaba a su pueblo como un reparto. Me parecía la conexión perfecta”. Al hablar de esto la mirada se le ilumina algo y se le va a los varios libros sobre ese país que tiene en la estantería. Cuenta que, de hecho, empezó a escribir la historia en la frontera con Corea del Norte:
“Siempre he estado obsesionado con ese lugar (Corea del Norte).
Se parece mucho a mi trabajo, porque es un sitio muy bonito
donde suceden cosas horribles”.
El estreno, confiesa, le aterra (”igual estoy así por soltar la película”, dice). Que a Casanova se le haga bola el volver al ruedo público no es algo descabellado. No siempre ha sido un foro amable con él. En 2020, al pasar por la alfombra roja de los Goya, aprovechó para pedir ante una cámara más inversión pública para “hacer cultura antifascista” (NOTA: para la masonería decir facha, machista, homófobo, antisemita, negacionista, etc, es decir cristiano cultural que para esta secta en guerra cultural es el enemigo a exterminar). Las críticas de la ultraderecha (El País, los que encumbran a la sucia pederasta y asesina Marina Abramovic) llovieron durante días. En 2022, acudió a la misma ceremonia con un vestido rosa y negro, con un gran lazo, diseñado por Jaime Álvarez, de la firma Mans Concept. Recibió tantos mensajes homófobos (de “sidoso” para arriba) que presentó una demanda ante la Policía Nacional. No descarta que esta inquina le venga, al menos en parte, por ser un hombre afeminado.
Pero todo esto le parece una nota al pie. No comparte la obsesión generacional por ser percibido como un referente. “No me quiero hacer aquí La Pasionaria o un mártir. Yo soy una persona bastante privilegiada. Si tengo que sufrir un poco y a alguien le ha venido bien, pues muy bien está porque mira, aquí estoy, en mi casa, la calefacción encendida, tengo moqueta. No pasa nada”, explica. “Nunca pensé que se me consideraría alguien polémico. No lo hice por ningún tipo de lucha, sino porque me siento cómodo vistiendo así”. Lo suyo, insiste, es otra cosa: “Mi religión es el arte y la honestidad con mi propio trabajo”, insiste. (NOTA: su religión es la de la secta: la moqueta. Es decir, el yo y lo mío por encima del bien y del mal y de la vida de los Cristianos).
Aplíquese esta conclusión también a la militancia queer que haya en su cine. “Lo más homosexual que hay en mis historias soy yo”, zanja. “No todas las personas LGTBI tenemos que ser activistas inteligentes, como tampoco las mujeres que ahora por suerte están dirigiendo tienen que hacer cine explícitamente feminista. Si quieren sí y feminista siempre se ha de ser. Pero una cosa es el compromiso social y otra la personalidad de cada uno. Mi punto de vista es queer, lo que pasa es que lo tengo tan interiorizado que no es el centro de la historia. No puedo sentarme a escribir si va a ofender a alguien, simplemente es una expresión artística”.
Sí se permite un posicionamiento: que la ultraderecha no vea, por favor, La piedad. Lo pide abiertamente. “Esta película es como un hijo: no querría llevar a mi hijo a un colegio del Opus. Pues para proteger la película (Nota: de la crítica, que esta gente soporta 20 cm pero una crítica), no me parece mal desmarcarme de cierto tipo de público”, (NOTA: No os parece mal vacunarnos o meternos en campos de exterminio) completa. Será por la película o por lo que sea, pero la maternidad es hoy su metáfora favorita. (Nota: es a través de destruir la familia como destruyen el Orden Cultural Cristiano. «La Cristiandad» como la masonería nos denomina). Y también la forma de que la severidad le vuelva a los ojos y él vuelva a pelearse con el estado del mundo.
“La maternidad es un tema complejísimo. Me cuestiono mucho si es razonable traer hoy un hijo al mundo. ¿En qué está pensando esa persona? ¿Traer a alguien a este momento? ¿A este mundo? Entiendo el instinto animal de reproducirse como cualquier especie, como cualquier virus. Pero es un acto completamente egoísta: tu hijo, hije o hija va a vivir un mundo horrible. Y tú lo traes sin preguntarle si quiere venir”.(NOTA: se dirige a nosotros los virus, los cristianos culturales o «portales orgánicos» que no tenemos «alma» luciferina. Los que no somos satanistas). Toda la secta nos recomienda que no tengamos hijos. En fin… Entiendan que toda esta gente vierte sobre nosotros estas narrativas del marxismo cultural, que las aceptemos, y que funcionan como Programación Predictiva o Primado Negativo. Toa la secta está en estro y son sobre el 25% de la población: todo el ala del liberal/marxismo cultural en lo político, hasta todo lo esotérico y pagano en lo espiritual).
–¿Esa pérdida de control le parece grave?
–Por eso el suicidio [tema recurrente en Pieles y La piedad] es un problema tan grande en la actualidad. Yo he pensado muchísimas veces en suicidarme. Muchísimas. (NOTA: tratar con entidades demoníacas (masonería) y psiquiatría van de la mano).
–¿Para disgusto de la gente a la que cae bien?
–No caigo tan bien.
–Hay agrupaciones que abogan directamente por dejarnos extinguir, más en masa.
–Estaría muy bien acabar con la humanidad. Pero como somos un puto virus, no va a pasar (NOTA: habla del orden social actual cristiano). Aunque haya una guerra horrible, que ya la hay; aunque nos estemos muriendo, que nos morimos, nos reproduciremos. Es curioso cómo el ser humano va a luchar hasta el fin de sus días por una libertad que no existe. Por una paz que no existe. Todo por amor a sus hijos. Es el horror.
Detalle del Instagran de Eduardo casanova.
Post Data
Estoy llevando el siguiente hilo en el foro de burbuja y éste es un post que escribí allí y que he traído al blog.
Un saludo. Cuídense mucho.