Génesis 3
«1 Pero la serpiente, el más astuto de cuantos animales del campo hiciera Yave Dios, dijo a la mujer: «¿Conque os ha mandado Dios que no comáis de los árboles todos del paraíso?» 2 Y respondió la mujer a la serpiente: «Del fruto de los árboles del paraíso comemos, 3 pero del fruto del que está en medio del paraíso nos ha dicho Dios: «no comáis de él, ni lo toquéis siquiera, no vayáis a morir.» 4 Y dijo la serpiente a la mujer: «No, no moriréis; 5 es que sabe Dios que el día que de él comáis, se os abrirán los ojos, y seréis como Dios, conocedores del bien y del mal.» – Génesis 3, 1-7.
Prólogo
El siguiente texto sobre el mito de Fausto de E.J. Rodríguez en jotdown.es, y que traigo en el siguiente post, es muy interesante de observar y analizar, y tiene peso e importancia porque es un texto en donde se puede entrever con claridad el sentir de la masonería. Un texto netamente masón y muy revelador, y da igual si no crees en estas cosas religiosas porque ellos, masonería, sí creen y son los que lo están moviendo todo. Para diferenciar y resaltar el texto le asigno un sencillo código de colores; y también mencionar que no he traído todo el texto completo, extenso, sino parte de él y creo que suficiente.
Azul: lo referente al conocimiento = ser semejante a Dios.
Rojo: la relación entre Fausto y Satanás.
Gris: los errores de odio contenido contra Dios.
ENTENDER EL SENTIR DE LA MASONERÍA
En el texto de E.J. Rodríguez se reflejan varios temas muy importantes. Texto al que recomiendo prestar atención para entender a la masonería, autora de la pandemia de mentiras, de la Agenda2030 y del inminente Great Reset y Nuevo Orden Mundial. La situación actual se explica entendiendo a esta poderosa secta internacional, vanguardia de todo lo que está sucediendo. Por decirlo así, ayuda mucho para entender un crimen (pandemia, etc), entender al criminal.
1º. EN PRIMER LUGAR
Esto es muy importante. El texto deja muy claro cuál es el principal motor de la masonería. Un ejemplo. Hay más.
«… el conocimiento de los secretos últimos de la Creación, alcanzando un grado de sabiduría que acercaría al individuo humano al estatus de Dios.»
SINÓNIMOS: Estatus de Dios = Conocimiento
También nos revela que en las narrativas actuales de la masonería evitan los términos referentes tipo ser como dios, divinidad humana, etc. Y que los sustituyen por el término conocimiento y también por el de sabiduría, ambos mucho más discretos y ambiguos. Es decir. Cuando dice conocimiento (que se trata de la gnosis) se está refiriendo a buscar equipararse a Dios y a ser como Dios, ayudado en pacto por el diablo. También mencionar que E.J. Rodríguez no se ciñe mucho a esta premisa eufemística, ya que habla muy claro.
«La soberbia de querer parecerse a Dios, o dicho en términos actuales, la pretensión de alcanzar conocimientos más allá de lo que la Iglesia consideraba deseable,(…) la intención de alcanzar la divina perfección (…).»
La seducción del «concepto conocimiento» como bien deseable por encima de todo.
2º. EN SEGUNDO LUGAR
Nos revela con mucha claridad la plena consciencia que tiene el masón en relación a las consecuencias de sus actos. Sabe, sabe mucho y lo sabe bien. Y esto es incomprensible para mí. No lo entiendo pero ahí está. Me explico. Cuando dejamos este mundo, toda esa potencia mental se nos da en el Cielo, gratis, y pasamos a ser de una naturaleza aumentada por decirlo así («… seréis como ángeles del cielo.» – Marcos 12, 25.). Tendremos potentísimas mentes al igual que tienen los Ángeles y esto no es ningún secreto. Y lo que hace la masonería es, por impaciente, por un adelanto subiéndose a Lucifer, perderlo todo y para siempre. Y esto no tiene sentido.
«siendo como es un hombre versado en teología, que conoce bien lo que le espera si vende su alma«.
«En los pactos voluntarios con el Diablo, el firmante acepta de buen grado entregar su alma al Maligno en la creencia de que la consecución de los máximos conocimientos y placeres justificará el altísimo precio a pagar, pero también teniendo conocimiento de las funestas consecuencias.»
«… conoce la naturaleza del contrato que está firmando«.
3º. EN TERCER LUGAR
Y para finalizar podemos ver asomar al sátrapa y asesino que lleva dentro el señor E.J. Rodríguez. No estoy insultando y no bromeo con esto. Hay que ser claros porque este hombre trivializa y consiente como si se tratase del trámite de un juego: «vendiendo su alma y LA DE OTROS«. Esta secta no tiene reparos en asesinar en masa. Residencias de ancianos con 100 asesinatos en cuestión de horas tras ser vacunados, la de gente asesinada por las vacunas, y para la entrada del Nuevo Orden Mundial, la marca de la bestia que será en masa conllevará la condenación del que acepte ser marcado. Condenación en masa.
«Lo relevante es que los pactos fáusticos están a la orden del día en alguno u otro lugar del mundo; en alguno u otro ámbito de nuestras vidas. Ya sea en política, empresa, sociedad, familia, siempre hay alguien vendiendo su alma Y LA DE OTROS al Maligno, pagando precios desorbitados por metas inalcanzables las cuales, por soberbia, se considera con el derecho de alcanzar. Esa es la grandeza de este mito: mire uno donde mire, Fausto está en todas partes. Quizá, quién sabe, escribiendo estas mismas líneas. O quizá, quién sabe, leyéndolas.»
QUÉ ES PACTAR O RENUNCIAR AL ALMA
Y para terminar conviene tener presente que el término PACTO, en el siguiente artículo, no encierra el sentido de un papel firmado o esposorio con una entidad demoníaca o príncipe de ellos. Sino que viene a significar el simple hecho de decantarse y elegir, es decir, de configurarse y consagrarse a conseguir el sueño de «ser como Dios» de la mano del ángel caído. Se trata de un pacto de fidelidad y obediencia con la secta de la masonería, que viene a ser lo mismo que consagrarse a Satanás.
Recomiendo mucho leer detenidamente el texto de E.J. Rodríguez. Que aún lleno de errores y odio contenido conta Dios y la Iglesia, es muy, pero que muy revelador del problema que vive el mundo, porque el problema son ellos (masonería).
Yo, Fausto: vender el alma al Diablo
Publicado por E. J. Rodríguez (jotdown.es)
“Ya en el siglo XVIII, la llegada del racionalismo había cambiado la perspectiva de los literatos respecto al personaje de Fausto. El alemán Gotthold Lessing reinterprete el mito en 1780, en una obra inacabada donde presentaba la búsqueda de conocimiento de Fausto como una empresa legítima y no como una ambición pecaminosa. El doctor desea ampliar el horizonte de su sabiduría, algo que el racionalismo considera un propósito deseable y noble. Para conseguirlo, Fausto tal vez yerra en la elección del procedimiento, dejándose arrastrar por la ambición y recurriendo a un pacto indeseable con Satán. Pero el fin que persigue redime al personaje porque, de repente, el conocimiento ya no es considerado un desafío a Dios como en el cristianismo tradicional —en el cual se premia la ignorancia y el acatamiento ciego de la Palabra—, sino como una manera de perfeccionar el espíritu humano, haciéndolo quizá incluso más grato al Creador. Este mismo enfoque adoptaría años después Goethe en su famosísimo drama Faust, en el cual el doctor Fausto también evita la condena eterna al arrepentirse de su pacto satánico. En la obra de Goethe, la más célebre, influyente y extendida de entre todas las compuestas sobre el mito fáustico, se impone una vibración romántica y humanista muy distinta a la del mito del siglo XVI. Goethe elabora un retablo de ambigüedad moral, matizado por las pasiones humanas tanto como por conceptos racionales, y que está bastante alejado de la sequedad teológica y judicial de la leyenda original. El trabajo de Goethe universalizó la figura de Fausto y la hizo pervivir en la memoria colectiva hasta nuestros días, por más que diversos giros románticos y racionalistas hayan abandonado la esencia originaria de la leyenda.”
“La recompensa principal que se pretende obtener con el pacto fáustico es el conocimiento de los secretos últimos de la Creación, alcanzando un grado de sabiduría que acercaría al individuo humano al estatus de Dios. Este deseo sí resulta imperdonable para la tradición cristiana. En la versión original es este ansia de sabiduría lo que condena a Fausto en última instancia, como en su día fue el ansia de conocimiento lo que provocó la expulsión de Adán y Eva del Paraíso Terrenal. Cuando, según los mitos bíblicos, la primera pareja humana come la fruta prohibida del Árbol del Conocimiento —el fruto que permite distinguir entre el bien y el mal, el que otorga capacidad de juicio moral— provocan la ira de Dios y son condenados a cambiar su anterior existencia plena y feliz por una nueva vida repleta de dolor y sinsabores. Fausto comete el mismo pecado de querer saber más de lo que Dios le ha permitido saber y está cometiendo la blasfemia definitiva de intentar equipararse al Creador. En lugar de recibir con humildad los dones y bienes que Dios le ha concedido, Fausto quiere ser quien decida qué dones merece recibir. Para obtenerlos sin el permiso del Altísimo, Fausto recurre al único procedimiento que puede proporcionárselos: el pacto diabólico. Puesto que Satán conoce, como Dios, los secretos últimos, sólo a él se puede recurrir. Satán es Lucifer, “el que porta la luz”, el guardián de la sabiduría. El pecado de Lucifer, ahora un ángel caído, había sido el mismo que el de Fausto. Tras acumular numerosas virtudes y conocimientos, este ángel quiso equipararse a Dios y como consecuencia cayó del cielo (fue expulsado del paraíso) y terminó condenado a vagar por la Tierra mezclándose en los asuntos humanos y, a falta de un entretenimiento mejor, buscando la condenación de los mortales.
La soberbia de querer parecerse a Dios, o dicho en términos actuales, la pretensión de alcanzar conocimientos más allá de lo que la Iglesia consideraba deseable, era el crimen por el que Fausto pagó con el infierno. Un ser humano ha de reconocerse imperfecto y renunciar a la intención de alcanzar la divina perfección o será severamente castigado. Sólo así se podía entender la inexplicable condenación del admirable Cenodoxus, el Buen Doctor de París, quien durante su vida no ha cometido acción alguna que le haya merecido un castigo y sí ha realizado muchas acciones con las que garantizarse el cielo. Sin embargo, son tantas sus virtudes que cabe sospechar que Cenodoxus ha sucumbido a la soberbia —y al pacto diabólico en alguna de sus formas— para intentar equipararse a la santidad del propio Dios.
El mito fáustico es, pues, una reelaboración del mito del Pecado Original. Ese pecado equivale al libre albedrío, una facultad paradójica otorgada y castigada al mismo tiempo por el mismo Dios, en un bucle irresoluble de condenación que conduce al creyente a una única salida, la búsqueda del perdón celestial mediante el arrepentimiento y la sumisión. El Pecado Original expresa la idea de que ningún ser humano es ajeno al afán de pensar y actuar con libertad —esto es, al deseo de conocer y juzgar— y por lo tanto está destinado a intentar usurpar funciones que no le corresponden y que deberían ser exclusivas de Dios. Fausto está condenado desde el momento en que tiene la posibilidad de pactar un contrato con Satán porque su debilidad humana y su ansia de conocimiento lo conducirán de manera inevitable a firmarlo, como Adán y Eva estaban condenados desde el momento en que existía la posibilidad de comer la fruta prohibida, algo que Dios sabía que terminarían haciendo (por el eso el pecado original se hereda al nacer sin posibilidad de remediarlo). El agravante de Fausto, sin embargo, es que no ha sido tentado por un agente exterior. Adán y Eva fueron tentados por una serpiente, así que su ejercicio de libre albedrío está atenuado por la intervención de un agente maléfico. En la reinterpretación cristiana del mito judío, la serpiente actúa motu proprio para quebrantar el orden divino. Pero el doctor Fausto se empeña en morder la fruta prohibida pese a que el propio Satán, mediante su enviado Mefistófeles, se muestra reacio a entregársela. Naturalmente, podría pensarse que la resistencia inicial de Satán a pactar con Fausto forma parte de un engaño; el Maligno, a quien el relato compara en algún momento con una mujer seductora, se hace de rogar. Quizá así convierte la recompensa final en algo más apetecible, estimulando aún más los deseos de Fausto. Con todo, las reticencias reales o fingidas de Satán son vencidas por Fausto con voluntad y esfuerzo, que ya no puede alegar un ingenuo desconocimiento de las consecuencias de su acto, siendo como es un hombre versado en teología, que conoce bien lo que le espera si vende su alma. Fausto se tienta a sí mismo sin necesidad de la intervención de una serpiente y eso hace su crimen de naturaleza aún peor.” El conocimiento, vedado por Dios a los hombres, es la meta última de Fausto. Su búsqueda condena al doctor, como valió la expulsión de Adán y Eva del Paraíso.
El mito fáustico es una enmienda teológica a la cuestionable expulsión de Adán y Eva del paraíso. Lo de Adán y Eva fue convertido en relato aleccionador pese a que quizá no fue ese el objeto primario del mito, que tal vez pretendía plantear una metáfora sobre la adquisición del libre albedrío y la conciencia moral por parte del ser humano, con la subsiguiente salida del inocente reino animal (esto es, su “expulsión del paraíso”). Sin embargo, la tradición cristiana convierte el episodio de Adán y Eva en una lección moral, lo cual dejaba algunos importantes cabos por atar. Adán y Eva muerden una fruta prohibida que Dios deja a su alcance, tentados por una serpiente que es, por necesidad, también un producto de la acción creadora de ese mismo Dios. Dicho de otro modo: Dios parece empeñado en que la fruta prohibida sea mordida.
La malévola e innecesaria trampa tendida por Dios a sus hijos dejaba tras de sí varias cuestiones inquietantes. ¿Es Dios un engañador, un burlador como el propio Satán?. El mito de Fausto trata de resolver este entuerto de otra manera. En los pactos voluntarios con el Diablo, el firmante acepta de buen grado entregar su alma al Maligno en la creencia de que la consecución de los máximos conocimientos y placeres justificará el altísimo precio a pagar, pero también teniendo conocimiento de las funestas consecuencias. El doctor Fausto quiere trascenderse a sí mismo y convertirse en algo que no está autorizado a ser, aunque eso nunca va a ocurrir, pues el engaño de Satán forma parte indisoluble de su conducta y el contrato constituye siempre una estafa. Sí, Fausto es engañado en cuanto a la recompensa que obtendrá, pero no se le tiende una trampa porque conoce la naturaleza del contrato que está firmando. Por otra parte, también es cierto que Fausto confía en que acercándose a los secretos del universo podrá atenuar o incluso evitar el pago; cando el comprador sabe tanto como el vendedor, es imposible que la venta se transforme en una estafa. El problema es que Fausto cree que el vendedor cumplirá y le confiará todos sus secretos, porque, envalentonado por sus aprendizajes mágicos cree que un pacto es imposible de transgredir incluso para el mismo Satán, así que podría decirse que, a este respecto, Fausto se engaña a sí mismo y es también el único culpable del engaño.
La conclusión del mito es terminante: aunque siga habiendo un elemento de engaño y de tentación externa, el ser humano es cómplice voluntario de su propio pecado original. Fausto se condena porque quiere condenarse, porque no asume con servilismo y humildad los dictados de Dios (INTRODUZCO NOTA: honrarás a tu padre y a tu madre, no levantarás falso testimonio ni mentirás, no matarás, no adorarás a entidades demoníacas, no asesinarás niños en ofrenda a demonios, etc). La salvación pasa por renunciar al libre albedrío y actuar según el único albedrío aceptable, el de Dios. Pese a que las aproximaciones racionalistas y románticas intentaron liberar a Fausto del peso de la culpa, ésta ha seguido siendo el eje fundamental del pacto, como bien ponen de manifiesto las mencionadas adaptaciones de Thomas y Klaus Mann, en las que Alemania es culpable de querer trascenderse a sí misma, convertirse en algo que no es y pactar con fuerzas diabólicas para conseguirlo, causando así su propia y merecida condenación.
Los conceptos e imágenes fáusticas han trascendido, como se deduce, a muchos elementos de la cultura occidental. Referencias inadvertidas al mito aparecen en los lugares más insospechados. Los ejemplos son incontables, pero por citar solamente uno bastante curioso, en la película de gangsters White Heat, de 1949, hay una muy famosa secuencia: el criminal interpretado por James Cagney —cuyas ambiciones lo han llevado a ser acorralado por la policía— muere entre las llamas de un incendio mientras pronuncia la frase “¡Mamá, lo he conseguido! ¡Estoy en la cima del mundo!” Una escena fáustica en la que un hombre ha vendido su alma y por tanto ha comprado su propia condenación a cambio de alcanzar una cima que le está vedada, por mucho que él quiera convencerse que sí podrá alcanzarla. Ha habido muchas adaptaciones directas del mito de Fausto: cinematográficas, teatrales, musicales, etc. Quizá el lector quiera echarle un vistazo a la película Faust, del director alemán F.W. Murnau, por citar un ejemplo repleto de fascinante imaginería.
A Johann Faust le explotó en las manos un experimento alquímico en la habitación de una posada en Staufen y años después alguien aprovechó las habladurías póstumas para confeccionar un librito aleccionador creando uno de los mayores mitos de entre los que han modelado la moderna cultura europea. La estructura básica de Historia von D. Johann Fausten está presente en multitud de obras de ficción que en la mayor parte de los casos ni siquiera son consideradas fáusticas, pero que no pueden evitar adaptar el esquema 1) ambición, 2) engaño, 3) pacto, 4) descubrimiento del engaño 5) caída. El mito fáustico ha evolucionado y se ha diversificado; se ha entremezclado con mitologías anteriores y posteriores, ha mutado muchas veces. Lo relevante es que los pactos fáusticos están a la orden del día en alguno u otro lugar del mundo; en alguno u otro ámbito de nuestras vidas. Ya sea en política, empresa, sociedad, familia, siempre hay alguien vendiendo su alma y la de otros al Maligno, pagando precios desorbitados por metas inalcanzables las cuales, por soberbia, se considera con el derecho de alcanzar. Esa es la grandeza de este mito: mire uno donde mire, Fausto está en todas partes. Quizá, quién sabe, escribiendo estas mismas líneas. O quizá, quién sabe, leyéndolas.”
—Yo, Fausto: vender el alma al Diablo—
Yo, Fausto: vender el alma al Diablo
Las profundidades de Satán
«21 Le he dado tiempo para que se arrepienta, mas no quiere arrepentirse de su fornicación. 22 He aquí que a ella la arrojo en cama, y a los que adulteren con ella, (los arrojo) en grande tribulación, si no se arrepienten de las obras de ella. 23 Castigaré a sus hijos con la muerte, y conocerán todas las Iglesias que Yo soy el que escudriño entrañas y corazones; y retribuiré a cada uno de vosotros conforme a vuestras obras. 24 A vosotros, los demás que estáis en Tiatira, que no seguís esa doctrina y que no habéis conocido las profundidades, como dicen ellos, de Satanás: no echaré sobre vosotros otra carga.”
– Apocalipsis 2, 23-24. (Biblia de Mons. Straubinger).
“24 Y a vosotros los demás de Tiatira, los que no seguís semejante doctrina, y no conocéis las que dicen profundidades de Satán (1), no arrojaré sobre vosotros otra carga.”
– Apocalipsis 2, 24. (Biblia Nácar-Colunga. Ed.1944).
(1) Son sin duda los principios, acaso gnósticos, en que apoyaban esa conducta práctica que aquí reprende el profeta. (Biblia Nácar-Colunga.Ed.1944).
Detalle sobre Madonna
«Cuando vendes tu alma al diablo, no puedes pedir que te la devuelva.» – Madonna.
Post Data
Estoy llevando el siguiente hilo en el foro de burbuja y éste es un post que escribí allí y que he traído al blog.
Un saludo. Cuídense mucho.